Hace muchos años todo empezó como una bebida medicinal para que los camioneros aguantasen el tirón de sus maratones por el asfalto, especialmente por la noche.
Luego alguien compró la fórmula, hizo la promoción adecuada, la cosa gustó y el resto, es historia.
Como la cafeína y el azúcar, que son drogas al fin y al cabo, la B-12 en grandes cantidades también puede serlo. Con el MONSTER GREEN original, le dieron una vuelta de tuerca más, añadiendo un tipo de glucosa procedente de ciertos laboratorios de investigación... El resultado fue a lo grande, en 500 ml. y una "pegada" difícil de superar con substancias legales.
Independientemente de que digan que el 666 aparece en Hebreo, crípticamente mostrado en en el logo de la marca, por motivos laborales allá por el 2004, me hice adicto. En jornadas de 12 horas continuas me venía de perlas. El problema, naturalmente, resultó por un lado el efecto amortiguado a medida que el hígado y páncreas se acostumbraban a lidiar con las substancias contenidas, lo que, lógicamente, me llevó a que finalmente "cayesen" un par de "latitas" al día.
Por otro lado, resulta asombrosa la cantidad de azúcar que puedes meterte al cabo de una semana de trabajo; no eres consciente hasta que su equivalente en peso lo ves en una montañita blanca de "calorías vacías", algo que, a la larga, suele terminar por fuerza en diabetes.
El intríngulis de estas cosas es que, efectivamente, funcionan, y por tanto siempre te lo pones como excusa para seguir con ello independientemente de las veces que hayas pensado en que tienes que moderar el consumo.
Por desgracia, en la dinámica de los adictos (con todas las letras), otro efecto colateral fue que el día que no lo tomaba, me quedaba exactamente igual que un blando trapo sucio tirado sobre la cama. No es que me apeteciese descansar tras el lógico esfuerzo de días y días seguidos (a veces hasta 15) de trabajo intensivo, que aunque no sea picar piedra, desgasta a su manera; lo que sucedía resultaba ser casi lo mismo que estar enfermo: no me apetecía ni moverme por la casa y además, de vuelta al tajo, cuando lo tomaba, terminé con el tiempo a tener dificultades para conciliar el sueño, no poder dormir bien e incluso, en mi caso, empezar a tener los nervios como agujas que se clavaban, literalmente, por los músculos y el corazón bombeando con una fuerza que parecía querer salirse del pecho.
No eran cosas buenas, desde luego. Estos brebajes son medicinas de diseño, no refrescos; pero lo cierto es que, en mi caso, te convertían en un demonio malhumorado con disponibilidad de una aparente energía inagotable y sin límites concedidos al cansancio.
Para un membrillo apocado como lo era entonces yo, aquello era "magia" química a la que no estaba dispuesto a renunciar.
Al igual que la conducción temeraria, me alegra haber dejado atrás el descontrol en el consumo de este tipo de substancias que están muy bien para cuando necesitas un empujón y tener garra extra, por ejemplo, a media jornada de una mudanza pesada, o un largo viaje al volante, especialmente de noche. Pero no son agua ni un refresco cualquiera, contienen en grandes cantidades dos de las drogas más adictivas que existen: cafeína y azúcar.
Son productos geniales que cumplen muy bien con la finalidad con la que fueron concebidos, pero como con todo, han de tener un límite personal razonable, sino, antes o después, te van a pasar factura y reza porque tal factura no sea auténticamente "fulminante"...
En cualquier caso, hubo un tiempo en el que, sin ser un virtuoso del manejo, como el protagonista del vídeo, la combinación de coche / moto (aunque fuese una tartana) y estas pócimas egoicas, me convertían en un aprendiz de MAD MAX que, a lo largo de los años, tuvo que reconocer que gracias a Dios, tenía Ángel, y nunca tuve accidente o multa alguna ni tuve que lamentar tragedia personal, ajena o material; salvo cuando en una incorporación (hoy paseo ajardinado) a la madrileña M-30 y tratando de ganar el paso a un camión de obras, me colé por el estrecho espacio a su izquierda, la cosa se estrechó demasiado y se me echó encima su rueda delantera arrollando el lateral derecho del vehículo que conducía, haciendo saltar con estruendo los plásticos, hundiendo y arañando notablemente la puerta del acompañante. No paré, aceleré más con rabia, ganando definitivamente vía libre hacia la autopista...
Luego, naturalmente, llegaría el remordimiento de saberme culpable del incidente, que afortunadamente, en realidad, no fue nada; y el consiguiente propósito de enmienda, que tardó lustros en materializarse, hasta convertirme en la abuelita paz descafeinada que hoy en día soy al volante. Me avergüenza reconocer que hasta mi mujer con su SMART eléctrico conduce con más bríos que yo. Para lo que hemos quedado...
En fin, para soñadores, temerarios, adictos y creyentes varios en los cuentos para heterosexuales, recomiendo el vídeo abajo enlazado. Es la fantasía de cualquiera en la comentada línea y la música está muy bien elegida, gustos en los ecos de la juventud y no tanto; pero mejor en manos de los especialistas, antes o después, todos nos convertimos en mirones de los que de verdad saben cómo hacerlo...
https://www.youtube.com/watch?v=2blsqmW9cd4
Tartana R.A.E.: 2. f. coloq. Cosa vieja e inútil, especialmente un automóvil.
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