Así la llamábamos en el pueblo de mi infancia y juventud "La Flor de las Eras" porque en aquella zona crece en los campos que fueron usados cuando el trigo se trillaba con tracción animal y se aventaba para separar el grano de la paja. Esos campos se llamaban "eras" y a mí el término me evocaba las eras del mundo: el tiempo. Y en cierto modo era así. Ya a finales de Agosto aparecían las más tempranas y en Septiembre decoraban con su púrpura los agostados prados antes de las primeras lluvias y el Otoño.
En más de una ocasión me deleité degustando sus pétalos y tallo en tardes tranquilas cuando el Sol empezaba a ser suave antes del inicio del nuevo año de los estudiantes.
Goya plasmó una disyuntiva en su cuadro "La era o El Verano" pero para un niño-joven de ciudad en vacaciones no eran cosas contrapuestas.
Era en otra vida en aquel valle del que ya se ha ido el agua y el tiempo.
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