Fue
Sigmund Freud el que hizo popular el binomio Eros-Thanatos pero aunque ingenioso
y no carente de relativa razón el hecho es que desvirtuó el verdadero
significado de los nombres y la esencia tanto de la relación como el matiz de
ambos.
Eros
en griego clásico es una palabra que existía antes de asociarla a un dios
concreto y significa pasión o deseo intenso. Al dios procedente del término
unos le atribuyeron ser hijo o servidor de Afrodita pero para otros era un dios
primigenio que permitió el desarrollo del universo gracias a la unión por
atracción. ¿La gravedad quizás?.
Thanatos
es el término asociado al dios de la muerte en la Antigua Grecia, en concreto a
la muerte pacífica y calmada… Reveladoramente su hermano gemelo es el dios del
sueño: Hypnos.
Pero
lo más llamativo es la etimología de Thanatos, su raíz “tha” solo la tiene otra
palabra en griego: “thalamon”, es decir, la cámara nupcial.
R.A.E._Tálamo:
1.m. Lugar preeminente donde los novios celebran sus bodas y recibían los
parabienes.
2.m. Cama de los
desposados y lecho conyugal.
En
la Antigua Grecia el “thal_amon” era el
lugar de la casa donde vive la esposa y es la estancia más central pero también
la más oscura… Así Thanatos aparece por si mismo relacionado por un lado con la
oscuridad y el confinamiento y por otro lado con la mujer y el amor.
Sobre
las mujeres se dice que son como el mármol: altar y tumba. Tanto como se dice que las
mujeres, son la vida del hombre, y la mujer, su muerte.
Quizá
el poeta Gonzalo Rojas lo recitó muy acertadamente:
¿Qué
se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qé se busca, qué se halla, qué
es
eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
ouando
entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O
todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni
hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido
en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de
eternidad visible?
Me
muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de
ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas
a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario