Cualquiera podría pensar en Lady Godiva (Godgyfu = Gift of God = Regalo de Dios) y su leyenda, pero la raíz de la palabra es más antigua todavía. No confundir con vedette y los futboleros ídolos de la plebe y empresaurios varios; estamos hablando de figuras completamente diferentes y con unas cualidades muy especiales que, sin embargo...
Etimología: Diva, "...del Latín diva = diosa y como adjetivo divina... Diva no es un acortamiento de divina, sino que contrariamente divina es un derivado de diva... raíz indoerupea *dyeu. El sentido moderno surgió en Italiano con el significado de 'cantante o actriz muy famosa'. En Francés está documentada ya en 1832... en Castellano en lenguaje poético con valor de 'divina' ya desde el siglo XV. El topónimo DEVA en Asturias y Guipúzcoa es una voz Celta que tiene el mismo étimo indoeuropeo y significa 'diosa'."
- Fuente: https://etimologias.dechile.net/
Una aspiración muy humana relacionada con la fama y el poder, eso de convertirse en dios, creo que alguno de los emperadores romanos tuvo unas famosas últimas palabras al respecto al saber de manera cierta que ya le tocaba atravesar el umbral. En ese mismo mundo, cuentan que, tras el carro del vencedor homenajeado en el Triunfo iba siempre un personaje que le recordaba al oído lo evidente que, algunos en su personal teofanía, pudieran llegar a olvidar: "Recuerda que eres simplemente un mortal".
Ese aura que tienen ciertas personas, no solamente los ídolos mediáticos o artísticos, podemos incluir a los ojos de muchos a sus líderes políticos y otras patuleas adoradas por la plebe (me viene a la cabeza cierta indivídua que recientemente ha celebrado su cumpleaños), entiendo que es muy difícil sustraerse a ese vértigo de atracción que sucede ante el Papa, Joe Biden o Naranjito (Mascota del Mundial de Fútbol España 1982), pero por amor de Dios, hay que tratar de mantener la dignidad y la compostura, en vez de chillar agitando papel y bolígrafo cual cerdos de pocilga esperando y gruñendo por el alimento; o esforzarse estirando el brazo como si fuera de goma para alcanzar a tocar siquiera de refilón algo sólido de ese extraordinario objeto de deseo que suelen ser las personas con fama y/o poder.
Para mí es un misterio, quiero decir, es normal emocionarse al estar en presencia de tu ídolo particular, pero mearse encima como los perros, me parece excesivo.
Esto viene a cuento de que resulta conveniente mantener las distancias con los héroes/heroínas personales para que sigan siendo precisamente eso: figuras a imitar o que te inspiran para mejorar en cualquier sentido.
Tenerlos cerca no es bueno, por lo general, y resultaría (posiblemente) demoledor ver que tras la máscara hay alguien igual o peor que uno mismo. El desencanto destruiría la imagen dejando un hueco que tendría que rellenar ¿otro ídolo/a?, o simplemente renunciamos a todo, incluidos JC, Buda et al convirtiéndonos en perfectos cínicos con respecto a cualquier avatar o leyenda que se nos antoje. Bueno, al final es una cuestión de gustos o de hacer
pucheros y pataletas ante la implacable realidad de nuestra más que humana humanidad.
Me viene a la cabeza el caso de un policía tan valiente como admirable que, tras varios años con cierta figura del cante patrio, retomó lo que es su vocación de más que gran valía en lo que ha logrado y, en sus palabras dejaba muy claro que su pareja diva era muy, muy humana, con todo lo que lleva aparejado. Es lo lógico y lo natural; pero precisamente por ello hay ciertas cosas que tan solo funcionan mientras son un espejismo inalcanzable, si las "apresas", la "magia" termina por desaparecer por completo y eso, francamente, en según qué circunstancias, sería una auténtica pena la pérdida de utilidad que implicaría.
Por eso a mi me interesa lo que de "divino" venden y no lo que de humanos son, que para eso ya me tengo a mi mismo y a mi mecanismo.
Y con respecto a las divas, aprendí la lección desde muy pequeñito, cuando me crie (y le cogí el gusto) al calor del tan denostado "Humor Ibérico & Landismo".
Me sigue divirtiendo, con lo entrañable de un mundo y personas desaparecidas, que contaban unos cuentos mucho más bonitos a los que luego les siguieron tras 1975.
En esta obra, solo apta para "gente con el encefalograma plano", como nos definió cierto crítico de cine a los que nos gusta este género, tiene el encanto de una Ávila antes de convertirse en barrio del extrarradio de Madrid (ese cáncer con metástasis que no cesa de crecer en inmundicia, ruido y habitantes) y de una Teresa Gimpera recién bajada del pedestal de Venus, diva de carne y sangre, flor de sueños, hasta que te despiertas con ella misma...
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