Tras casi 52 años de existencia en este mundo, me hallo convencido de que, en realidad, la experiencia del infierno se reduce simplemente a lo que no podemos evitar y nos lo tenemos que tragar si o si: muerte, decrepitud, enfermedad, impuestos, la guerra, l@s gilipollas (cada día que amanece el número de gilipollas crece), el gusto generalizado por el congrio negro angoleño, la lluvia, el Sol, la infinita variedad de miserias humanas y divinas, la calvicie, el gatillazo, los virus y el pelo de gato, los ladridos y los gritos de los niños, los efluvios de las alcantarillas y los incineradores de basura, los pelos de las orejas, que el cielo caiga sobre nuestras cabezas, el diluvio universal de un cosmos con diarrea bajo un dios inclemente... Y, por supuesto, pueden añadir todo aquello que no les guste, como tener que madrugar o el ínfimo índice de posibilidades de acertar los Euromillones...
Por lo mismo, no es muy difícil imaginar que el Cielo es precisamente lo contrario: lograr lo que deseamos...
Como tiene pinta de que nos estamos esforzando a base de bien para que todo vaya de mal en peor y, esta vez, parece que vamos a lograr (otra vez) que todo se vaya al carajo para el deleite de los supuestos (y presuntos) historiadores del futuro, reitero un viejo consejo de un locutor de radio que siempre terminaba los programas del mismo modo: "Buscad la Belleza".
Y bueno, habrá que aprovechar también para cantar (si no queda más remedio) camino al caldero del volcán en constante erupción que es este mundo donde los pobres diablos raramente escapan de ser lo que son.
Los supervivientes de la debacle y destrucción del Grupo de Ejércitos Centro es como lo hicieron, cantando en aquella noche, en retirada hacia una nueva línea que trataría de contener la imparable marea roja que habían intentado anular en 1941.
Lo nuestro no es tan grave, estamos condenados democráticamente por nuestros propios congéneres y no hay respaldo de nadie, así pues, solos en la trinchera y bunker personal de cada uno, nos lo podemos tomar con tanto estoicismo como humor, aprovechando doblemente cada vez que el sunami de mierda parece remitir, aunque sabemos que luego vuelve con más fuerza.
Encontrando la belleza de un instante en la creación y sus ecos en personas que, gracias a Dios, no ven el mundo como yo y pueden cantar con la gracia que otorga la cándida creencia de los jóvenes de que, al final, todo saldrá bien, incluso en estos tiempos de leones hambrientos de almas.
https://www.youtube.com/watch?v=9RnhVDTks3g
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