viernes, 24 de diciembre de 2021

Compadre Cómprame...

¡Compadre, cómpreme un coco! ¡Compadre, coco no compro!,
porque el que poco coco come, poco coco compra y
 como yo poco coco como, poco coco compro!
 
Bueno, quizá deberíamos replantearlo un poco y pensar en comprar muchos más cocos, las palmeras son unas plantas muy sufridas y pueden vivir y crecer con muy poco.

De entre la miríada de pequeñas guerras y conflictos que han salpicado con sangre, salpican con dolor y salpicarán con sufrimiento el planeta en los tiempos pasados, presentes y futuros por venir, podemos encontrar cosas de lo más curiosas, como la casi desconocida lucha donde un puñado de nativos demostraron, una vez más, hasta qué punto la voluntad inquebrantable, la convicción y la tenacidad de resistir hasta el final, conociendo sabiamente las limitaciones propias y actuando en consecuencia, puede a veces, de forma casi milagrosa, traer una victoria inesperada.

La Revolución del Coco aconteció en Bougainville, una isla del Pacífico, integrada en el Archipiélago de las Salomón y perteneciente a Papúa Nueva Guinea. Un pequeño paraíso de vegetación, agua dulce, tierra fértil y ricos yacimientos minerales, afortunadamente para los habitantes sus tierras no tienen petróleo o diamantes... 

En 1967 la empresa británica Río Tinto Zinc por medio de su filial Bougainville Copper Ltd. inició la explotación de una gran mina de cobre y oro abierta al aire libre en el enclave de Panguna. Con el tiempo llegó a los 7 Km. cuadrados de extensión y alcanzar los 500 m. de profundidad. Un inmenso agujero en medio de la isla que arrasó selva y tierras, envenenando acuíferos y ríos. Una vieja historia siempre repetida que nos suena a todos. En Alemania la extracción de carbón ha destruido bosques y pueblos, tragados enteros por la minería tradicionalmente depredadora y siempre favorecida sobre la energía atómica, en especial desde el Evento Chernobil.

Las protestas comenzaron en 1969 y, naturalmente, la compañía y las autoridades como el que "oye llover". Todo siguió igual incluso tras obtener la independencia de Australia en 1975, continuando el maravilloso matrimonio/prostitución empresa-gobierno hasta el año 1988, cuando una asociación local encabezada por Francis Ona consiguió audiencia con los propietarios de la mina para reclamar el cese de actividades y una indemnización de 10.000 millones de dólares.


El resultado fue el previsible por parte de la compañía: negarse y faltarle al respeto al representante de los nativos.

A diferencia de los borregos y corderos varios que somos mayoría en las poblaciones humanas, especialmente en las occidentales, el Sr. Ona, junto con otras personas con cierto sentido sobre cómo llevar ciertas negociaciones, robaron explosivos de la mina y se dedicaron a sabotear líneas eléctricas y materiales. El gobierno representativo de la población de Papúa Nueva Guinea, al tener noticia de la rebelión pensó en atajar la cosa por las bravas, según el método tradicional: enviar a sus perros militares, quemar casas, torturar y matar a modo de escarmiento a algunos aldeanos... 
El efecto conseguido (gracias Dios los habitantes no son acomodaticios occidentales) fue el natural que debería tener todo ser humano que sea digno de tal calificativo: la población de la isla ayudó a Francis Ona y sus guerrilleros, prestándole todo el apoyo posible al BRA (Bougainville Revolutionary Army) y en 1989 quedaron suspendidas las actividades mineras.

Un pequeño grupo de aguerridos nativos se iban a enfrentar al ejército de Papúa Nueva Guinea, equipado y entrenado por Australia para dar servicio armado (como de costumbre) a una compañía privada, la mencionada Río Tinto, que no es ajena a los tentáculos de los Rothschild.

Estos auténticos héroes del BRA no solo tenían cojones, también eran inteligentes y apañados. Fabricaron armas rudimentarias similares a ballestas y utilizando la selva como refugio lograron ir liquidando enemigos para arrebatarles las armas de fuego. Con el paso del tiempo lograron más de 2000 armas con las que poder equilibrar un poco la balanza frente al enemigo. El gobierno sicario del capital anglosajón hizo lo típico en lo que los ingleses son expertos: matar por hambre gracias a un férreo bloqueo a la isla. De nuevo (a diferencia de la reacción típica previsible en las poblaciones occidentales) cometieron un error, ya que la población hizo piña con el BRA, algo diametralmente opuesto a lo previsto por los anglosajones, a saber: que la población echase la culpa de sus desgracias a los guerrilleros y se los entregasen en bandeja a sus perros armados. En España hoy en día así habría sido, pero afortunadamente los nativos no eran españoles, italianos, franceses, austriacos, alemanes... 
Así que se aprestaron a resistir el asedio que se prolongaría durante la friolera de 7 años, durante los cuales los isleños no pudieron recibir comida, medicamentos ni combustible, lo que junto a la guerra, diezmaría a una población de 175.000 personas, muriendo cerca de 20.000 nativos.


Con ingenio, tesón y un espíritu inquebrantable aprovecharon el material abandonado por la compañía para fabricar pequeñas centrales hidroeléctricas en los cauces de los ríos, gracias a la rica tierra cada familia se hizo autosuficiente en alimentos, pero el protagonista indiscutible fue el coco (cuyo nombre se lo dieron los exploradores españoles al encontrarlo por primera vez y asimilarlo por el aspecto de su fruto pelado al monstruo con el que se asustaba a los niños ya en aquellos tiempos), de esta pieza clave e insustituible para la población de Bougaville en su guerra vendría el sobrenombre de la contienda: La Revolución del Coco.
Efectivamente, de este fruto obtuvieron comida, aceite para personas y armas, algunos remedios medicinales y el precioso combustible con el que poder hacer funcionar los todoterrenos abandonados por Rio Tinto y que sirvieron para transportar rápidamente a pequeños grupos de guerrilleros cuando había que enfrentar los ataques de los soldados-sicario de los anglosajones.

Una amarga y larga lucha que se prolongó hasta 1997 cuando los corruptos y despiadados lameculos del gobierno de Papúa Nueva Guinea (aunque cualquier gobierno del planeta sirve también de ejemplo) viendo que sus cada vez más desmotivados perros-soldado habían sido prácticamente derrotados por el BRA, recurrieron a otro medio típico de los anglosajones: las moscardas asesinas, también conocidas como putas de la guerra, es decir, los mercenarios, hoy denominados "contratistas".

La empresa británica de asesinos Sandline International fue contratada por un monto de unos 36 millones de dólares de la época para acabar con el BRA. Lo que en principio parecía una sentencia de muerte para la guerrilla se convirtió en su salvación gracias, precisamente, a sus enemigos de largos años: los soldados del ejército de Papúa Nueva Guinea, que mal pagados y sufriendo bajas en una guerra en la que no les iba nada, se revolvieron contra sus amos, haciendo que el gobierno entrase en pánico y mandase a los mercenarios de vuelta por donde habían venido.

Reconociendo finalmente el gobierno que era incapaz de poder derrotar al BRA (incluso enfrentando a los clanes de la isla entre si), se inició el proceso de paz en 1998, terminando las hostilidades en el año 2001 y dando autonomía política a la isla, aceptándose la posibilidad de un referéndum de autodeterminación. 
Hoy permanece como región autónoma con una población que ha llegado a cerca de 300.000 habitantes en el 2019, año en el que finalmente se celebró la consulta sobre independizarse de Papúa Nueva Guinea, donde ganó el "Sí" con un abrumador 98%.

Ya en el 2015, las vueltas que da la vida, parte de la población estaba a favor de reabrir la mina negociando que una parte sustancial de los beneficios revertiesen en los autóctonos, algo que ha resultado descorazonador para muchos otros que perdieron a sus seres queridos durante el conflicto.


Mientras vivan muchos de los que conocieron de primera mano la guerra, lo más probable es que la cosa permanezca parada; cuando la presión demográfica de las nuevas generaciones echen una ojeada a lo que tienen en sus tierras... ya veremos porque, posiblemente, cualquier gobierno de Papúa Nueva Guinea de largas al asunto para no perder definitivamente lo que en su día supuso el 45% del producto interior bruto del país.

Por el momento Rio Tinto no ha vuelto por la zona ni ha realizado intento alguno por reparar el daño causado. Lo que ha llevado a que responsables locales hayan encargado un estudio independiente sobre los daños ambientales y violaciones de los derechos humanos causados por la compañía que durante años explotó una de las mayores y más rentables minas del mundo, la contaminación generada entonces sigue envenenando ríos y tierras. 
Uno de los actuales directivos de la compañía Rio Tinto, Jakob Stausholm, ha aceptado un compromiso para evaluar los daños legados por unas operaciones que se remontan a más de 50 años. 

Pero, como de costumbre, estimo personalmente como muy poco probable que en el futuro veamos a la compañía y sus accionistas renunciar a parte de sus ganancias para reparar el resultado de sus operaciones.

Aunque este tipo de historias (Luchar contra quienes te arruinan vida y salud) no aparece en las noticias, existen en los documentales: "The Coco Revolutión" (2001) de Dom Rotheroe, Darren Bender y Mike Chamberlain.

Y naturalmente, por desgracia, siguen las guerras. Por muchos deseos de paz y buena voluntad, la Rueda, es la Rueda, y el ser humano es lo que es...

Al lado nos encontramos la porción oeste de la gran isla: West Papua, anexionada por Indonesia en 1969.


Donde, sorpresas de la vida, también tiene un papel protagonista cierta compañía Anglo-Australiana con socio Americano, con la repetida historia donde para la obtención de beneficios nos encontramos a todo tipo de inversores (Incluido el Fondo de Pensiones Noruego) mezclados en la consabida depredación que incluye crímenes contra las personas y ecológicos.

Allí, en aquellas junglas siempre llenas de violencia, sangre y codicia, los guerrilleros del OPM (Organisasi Papua Merdeka) tratan de liberarse del dominio indonesio que ya sabemos a quién sirve...

Paz, una palabra que no tiene sentido en realidad, ni si quiera en Navidad. Solo la guerra parece tener sentido porque la seguimos manteniendo pase lo que pase, siempre que sea por dinero y beneficios. Sea el ColTan, sea petróleo, sean beneficios bancarios y/o farmacéuticos, sea, lo que sea... donde haya algo que saquear o alguien a quién someter por un beneficio, allí estarán los sicarios del dinero y los que buscan un beneficio independientemente de cualquier consideración. Ha sucedido durante toda la Historia de la Humanidad, Persas, Macedonios, Cartagineses, Romanos, Aztecas, Incas, Españoles, Ingleses... da exactamente igual. 

Lo que mueve el mundo es el amor... el amor al dinero o su equivalente en poder. 

Todos somos humanos, muy humanos. No hace falta recurrir a ninguna otra explicación. 

Compadre, cómprame, que estoy a la venta...

- Guerrilleros del OPM en West Papua -

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