martes, 19 de enero de 2021

STALINGRAD

La ciudad a orillas del Volga, que ha pasado a la Historia como punto de inflexión en el curso de la Segunda Guerra Mundial para cambiar el signo de la Victoria, y que hoy en día les suena a los rusos y a los alemanes jóvenes, mientras que para el resto del mundo es apenas conocida, salvo para aquellos interesados en ese momento y lugar del Destino, y que multitud de críticos opinan fue sin duda otro de los grandes desatinos del Führer en su manejo del Frente Este.

Se han realizado multitud de obras y estudios en formato libro, uno de los últimos a cargo de David M.Glantz y Jonathan M.House, monumental estudio en cuatro volúmenes por parte de un experto en aquel escenario de la guerra, cuyo anterior trabajo, "Choque de Titanes" es imprescindible para comprender el desarrollo del drama que marcó un antes y un después en la Historia del Mundo. El resultado final de la Operación Barbarroja fijó el destino de la humanidad durante décadas, por no decir que durante siglos a tenor de lo que hubiese sucedido si la URSS desapareciese de la ecuación desde 1942 y pese a que el III Reich fuese igualmente destruido por el Imperio Anglosajón en 1945.

Quizá sea esta la batalla peor comprendida y más politizada sobre la que se siguen vertiendo, en el ámbito de ese periodo, ríos de tinta y centrándose tanto en detalles como en conclusiones que refrenden los fallos de la Wehrmacht, el sistema político al que pertenecía y la ceguera de su Comandante en Jefe. No se pretende aquí aportar nada nuevo ni hacer revisionismo alguno sobre hechos incontestables, sino quitarse las gafas con el filtro que pusieron los vencedores marcando la visión de principio a fin de la Operación Barbarroja y echar otra ojeada atrás en el tiempo hacia aquella orilla del gran río que según algunos dejaron escrito "Nace en Europa".

En las operaciones previstas por el OKW para el año 1942 quedaba fijado un objetivo que debido a los debates estériles entre conquistar Moscú y los marcados por el Führer para 1941 fue postergado durante más de un mes hasta que prevaleció la opinión de los comandantes a cargo, perdiéndose un tiempo que los alemanes jamás podrían recuperar y que posiblemente significó el fracaso de la Operación Tifón y la debacle del Invierno de 1941, cuyas pérdidas en conjunto significaban que Alemania solo tenía fuerzas suficientes como para realizar una nueva ofensiva solamente en uno de los ejes de ataque. Se eligió el Sur y los campos de petróleo que se habían dejado como objetivo secundario en el Verano-Otoño de 1941 a favor de Moscú. La elección tenía cierto sentido para negar esa fuente de energía al Ejército Rojo y a su vez tratar de aprovechar los yacimientos el III Reich, algo sobre lo que no se hacían muchas ilusiones ya que sabían de antemano que tardarían más de un año en volver a ponerlos en funcionamiento tras la previsible destrucción por parte de los rusos, además del problema logístico de transportar el crudo, probablemente por vía férrea, a las refinerías de Rumanía y Alemania.

Sin entrar en detalles, la Operación Azul fue diseñada para lograr conquistar el Cáucaso y la importantísima zona de Bakú. La propia estructura, orden de combate y recursos asignados muestran hasta qué punto Alemania había sobrepasado sus límites operativos factibles para un territorio que les empequeñecía de manera abrumadora. Así lo recoge el veterano Heinz Huhn cuando en uno de los pueblos de la estepa un maduro profesor de escuela le dijo señalando en un mapamundi: "Bolshoi, russky, bolshoi! (¡Grande, Rusia, grande!), Nemets malenko, malenko (Alemania pequeña, pequeña)". Algo que el joven soldado entendió perfectamente: no podréis conquistar nuestra Rusia. 
Sobrevivió a la Guerra pasando al otro lado en Julio del 2011, y una de las cosas que recuerda, fue el inagotable número de soldados y material enemigo que aparecía de forma continúa, independientemente de cuántos fuesen capaces de destruir los alemanes. La entrevista completa disponible en : 

https://facingstalingrad.com/interviews/heinz-huhn/

Los esfuerzos de "Fall Blau" resultarían vanos independientemente del resultado en Stalingrado, porque tanto si los hubiesen conquistado como si simplemente se los hubiesen negado a los rusos de alguna manera, los bolcheviques disponían de otros grandes yacimientos en la zona de Khazan, en explotación desde 1937 y que sin duda habrán seguido proporcionando todo el petróleo necesario para el Ejército Rojo.

Volviendo a Stalingrado.
La pregunta es por qué ofuscarse en conquistar una ciudad que, teóricamente, no entraba siquiera en los planes iniciales para la campaña de 1942. Naturalmente el nombre en sí mismo "STALIN"-grado, no dejaba de ser un reclamo político para el Tribuno Adolf H. pero, como de costumbre, el consabido discurso sobre la debilidad mental y lo desquiciado del personaje ha calado hasta en algunos historiadores documentados y, naturalmente, "youtubers" de todo pelaje, siendo esta la más brillante conclusión en su discurso, incluso tras estudiar (en teoría) detalladamente los mapas de operaciones tanto al Norte como al Sur de la famosa ciudad.

Sin embargo, simplemente con una ojeada a la línea del frente en 1942 se puede ver cómo Stalingrado, además de ser una zona industrial que aniquilar, es la "bisagra" entre la línea del Don, que no se iba a poder sobrepasar, y el ala Sur de avance hacia el Caspio, que caso de que cumpliese sus metas en el Cáucaso, debería girar y continuar de nuevo su camino hacia el Norte para asegurar la línea del Volga-Stalingrado-Astracán. La zona de Stalingrado, ese recodo entre el Volga y el Don, era en realidad la pieza de clave para todo el arco del frente Sur. Que no se le diese importancia en un primer momento de forma oficial no resulta sorprendente ya que tras la amarga experiencia de los debates entre el Führer y sus generales el año anterior, que habían sentenciado el resultado en 1941 debido a las demoras y los tira y afloja entre los distintos criterios, para 1942 se dieron directrices genéricas y Hitler mantuvo la decisión final en cuanto al criterio operativo concreto, un reflejo de la desconfianza resultante tras las diatribas que habían llevado a la catástrofe del pasado Invierno. No hay que olvidar que fueron también los generales los que insistieron en replegarse de cualquier manera tras el fracaso de la Operación Tifón y los subsecuentes contraataques soviéticos y que fue Hitler, en solitario y contra todos el que impuso su criterio de resistir en "defensas erizo", lo que salvó la situación hasta el deshielo de 1942. Por tal motivo, para muchos mandos "Stalingrado era solo un punto en el mapa, sin ninguna importancia ni previsto en las operaciones", pero en la Wolfsschanze las cosas se veían de otro modo. Eso explica la aparente contradicción entre la documentación de unos y las órdenes emanadas del Alto Mando aquel mismo Verano.
Naturalmente, surge la idea de algún general de sofá (como yo mismo) con la solución al problema: continuar camino rodeando la ciudad, parar en las afueras y esperar tranquilamente, girar y continuar la línea del río hacia el Norte o hacia el Sur...
Los legos acostumbrados al RTS, somos capaces de salvar las legiones de Varo y naturalmente conquistar Stalingrado, e incluso toda Rusia, pero el mundo real no permite ajustar al gusto el nivel de dificultad y el hecho es que la Wehrmacht no tenía recursos suficientes como para establecer una cabeza de puente en la otra orilla del Volga dejando la ciudad llena de enemigos pero rodeada para que no constituyese una amenaza a sus espaldas, además de poder aguantar sin riesgo de quedar embolsados en un apetecible saliente con el río a sus espaldas. No podían estar esperando tranquilamente a las afueras mientras los rusos seguían acumulando fuerzas en la propia ciudad, al otro lado del Volga y al Norte del Don, ya que Stalingrado hubiese sido entonces una fortaleza bien cargada de tropas que permitiría un tercer eje de avance contra ellos en la misma zona en la que se encontraban. No podían seguir al Norte siguiendo el río Volga porque habrían dejado completamente desguarnecido el avance sobre el Cáucaso y no podían continuar siguiendo el río hacia el Este-Sureste porque hubiesen corrido el riesgo de que los soviéticos seccionasen la línea del frente en dos siguiendo el Don hasta el Mar de Azov y embolsando a todos los Ejércitos del Sur, en cuyo caso la única salida sería a cuenta gotas por Kerch o tratar de enlazar de nuevo, rompiendo la nueva línea del frente Azov-Don-Kalach-Stalingrado-Volga en una ofensiva en la que los alemanes contarían tan solo con los medios y combustible disponible que tuviesen el momento de ser aislados. La catástrofe sería similar a la destrucción del Grupo de Ejércitos Centro en el marco de la Operación Bagration dos años más tarde.

Por increíble que le resulte a muchos, la obsesión con Stalingrado no se debía a un capricho de Adolf Hitler, sino a que en realidad era la única opción dados los planes y la distribución de fuerzas de ambos bandos en el año 1942 en el inmenso arco del Frente Sur.
Evidentemente surge la inevitable pregunta: por qué seguir enviando tropas a morir allí o no retirarse al ser conscientes, ya días antes, de que podían ser rodeados.
Aquí sí que podemos ver por un lado una cuestión de prestigio y mantener la iniciativa en la lucha, algo que se perdería definitivamente un año más tarde en Kursk. Aunque no hubiese cambiado nada, ya que mantener relativamente bien al VI Ejército entre las fuerzas de la Wehrmacht no hubiese alterado el resultado de la Guerra, quizá lo mejor hubiese sido renunciar a la ciudad y retroceder a una nueva línea en el eje Río Don-Rostov-Río Manych-Mar Caspio, lo que hubiese permitido seguir con las operaciones en el Cáucaso y mantener una línea del frente de una longitud similar y por tanto demasiado endeble pero manteniendo el potencial para las operaciones de 1943 y destruyendo toda la cuenca petrolífera, caso de que venciesen en el lejano Sur. Todo ésto no iba a cambiar el curso de la guerra, pero se podría haber "vendido" mejor que una derrota. 

Es evidente que el Führer no iba a aceptar una retirada y renuncia de objetivo con un repliegue, salvo que fuese una necesidad imperiosa, y tal cosa no se planteó hasta el fracaso de la operación de rescate "Wintergewitter", cuando ya era demasiado tarde para cualquier cosa y Erich von Manstein corría contra el reloj, contando con sacrificar por completo las tropas en el "Kessel" para tener tiempo de evacuar ordenadamente y a duras penas a los Grupos de Ejércitos "A" y "B" que corrían el riesgo de seguir el mismo destino del VI Ejército.

Stalingrado no fue una derrota decisiva, ni marcó el final de la capacidad de ofensiva militar de Alemania. Quizá lo más notorio, tras maquillar lo que fue el Invierno de 1941 y la Operación Tifón, fue que públicamente se reconoció lo que era una tragedia y por primera vez la población fue plenamente consciente de que podían perder la Guerra y lo que eso implicaría a manos de los comunistas. No fue hasta entonces que el III Reich inició una producción de guerra 24 horas al día, 7 días a la semana, encargándose al notable genio de Albert Speer pasar de diseñar y materializar sueños a reorganizar todo el tejido industrial y económico como Ministro de Armamento y Producción de Guerra del Reich.

Este modelo de sociedad estaba implantado en la URSS desde Junio de 1941 y todo el país y su industria estaban preparados para la guerra de conquista desde finales de los años 30. La ventaja resultaría insuperable pese al increíble incremento en productividad que conseguirían los alemanes pese a todas las adversidades y reveses impuestos por la Guerra, doblarían la producción media de 1940 en 1943 y la triplicarían en 1944, pero los milagros en este tipo de cosas no existen, para inicios de 1945 se haría notar el colapso y en cualquier caso pese a que tanto la Wehrmacht como la maquinaria estaban pensadas por calidad para enfrentarse a fuerzas netamente superiores, los 46.300 tanques que en total pudo fabricar Alemania, por excelentes que fuesen tanto máquinas (escasas de combustible) como tripulaciones, no podían derrotar a los 231.600 tanques que entre la URSS, USA y UK pusieron en el terreno de batalla montados sobre infinitas cantidades de petróleo.

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