Los estados de suspensión, coma y anestesia son extraños, aparentemente y según las pocas personas con las que he hablado y que han pasado por ellos, no se tienen sueños.
Para todo lo que conocemos la base es el cerebro y cómo funciona, sus cargas eléctricas y sus frecuencias, sus hormonas... pero cómo se genera lo que imaginamos y visualizamos en ese nuestro reino y universo personal sigue siendo desconocido; del mismo modo que aunque los sentimientos parezcan proceder de la zona del corazón (o de las tripas), todo se sigue procesando y dándole un significado en lo que nuestro cráneo contiene.
Vibraciones, ondas de un mar infinito, que de una parte limitamos en nos para contenerlo y ¿vivir?, como niños que corremos desde la orilla con agua en las manos para tirarla a un agujero en la arena de la playa, pretendiendo llenarlo, tanto como vaciar ese mar que, en realidad, está debajo invisible. Volviendo a quedarse con ese agua aparentemente atrapada por nosotros y que siempre fue suya, retornando a él, el inacabable océano eterno hogar de la creación.
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