"Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan;
Y la mujer caza la preciosa alma del varón.
¿Tomará el hombre fuego en su seno Sin que sus vestidos ardan?
¿Andará el hombre sobre brasas Sin que sus pies se quemen?"
Proverbios 6:26-32 Reina Valera, 1960
En la película "El Nombre de la Rosa" (1986), harían una adaptación abreviada del texto superior que refleja la discutible traducción hecha en la mencionada versión de la Biblia, pero la idea está clara: cuidadito con las hembras humanas que las "carga" el Diablo y, al igual que las armas de fuego, las "dispara el Diablo", por mucho que sea nuestro propio dedo el que oprime el gatillo (disparador) que inicia el recorrido del martillo para activar la detonación de un pequeño big-bang constreñido por el bronce y guiado su flujo de llamas por el acero refinado desde la Edad del Hierro en este apartado rincón de la galaxia...
Con las mujeres desde el inicio de los tiempos sucede algo similar, siempre les tocamos algo que las hace explotar y, rencorosas como pocas criaturas debe de haber en el universo, si tienen la oportunidad nos flambean vida, mente y alma, e incluso algunas son capaces de arrastrarte sin prisas pero sin pausa al mismísimo centro del infierno y allí apuñalarte desbocadas de felicidad aunque con ello mueran como la abeja tras clavar el aguijón, vana esperanza de paz, ya que algunas son más bien avispas incansables que, competitivas a muerte entre ellas, alcanzan perfecta armonía de unión y acciones a la hora de aniquilar al odiado macho que (teóricamente) las ofendió.
No hay en el mundo conocido peor y más peligroso enemigo que una mujer ofendida, jamás lo olvidará, no conocen la piedad y tienen capacidades innatas de manipular bajo la superficie a todo cristo hasta conseguir su venganza que jamás será un desagravio, tan solo una momentánea satisfacción en el larguísimo via crucis al que será sometido el agresor hasta que, si es capaz, logre escapar de sus afiladas garras, envidia de las pacientes y tejedoras arañas plenas de veneno, esos pobres y simpáticos animalillos que pueblan los agujeros de las viviendas campestres.
Los musulmanes captaron el mensaje y hacen lo posible para mantener a raya a estas temibles criaturas que, teóricamente, Dios hizo más o menos iguales al hombre; pero una rápida ojeada a la historia del día a día, deja claro que el acabado final de las femeninas habitantes del planeta debió de quedar en manos de algún divino subalterno que tenía ideas propias sobre lo que podían aportar a la felicidad del varón humano estas curvilíneas formas de atracción que, de no estar algunas tan ricas y macizas, las iba a aguantar la madre que las parió o el diablo que las inspira.
Algo de todo esto debían de sospechar en tiempos históricos cuando no fue hasta el Concilio de Mâcon (s. IV a.D.) que, por una escasísima mayoría en la votación final, los teólogos reunidos y tras furibundos debates aceptaron a regañadientes que la mujer tenía alma. Desde entonces las cosas han ido de mal en peor para los cristianos que hoy, afortunadamente para la evolución humana y los derechos concomitantes, no estén de acuerdo con el postulado impuesto hace tanto por los renombrados doctores de la Iglesia de aquellas remotas y oscuras épocas de la civilización de este lado del planeta.
Hoy que todo es luz, alegría, colorines y trémulas carnes que se agitan con ritmo endemoniado al compás del tam-tam mediático, podemos reírnos hasta desternillarnos de antiguos pensamientos enunciados por gentes muertas hace tiempo, como los Kátharos y los Mazdeistas sobre el mundo material y la carne...
La materia y la carne no son ni buenas ni malas, simplemente son el sistema en el que nos encontramos, lo que implica que, sencillamente, no podemos escapar a su "diktat", incluida la alimentación (que se lo pregunten a Steve Jobs). Es mejor comprender y saber manejar las reglas de la "Casa" en la que estamos, así como el programa genético al que respondemos como portadores y transmisores de genes según lo que en realidad busquemos.
Los varones no somos generadores de carne consciente, pero las féminas siguen resultando imprescindibles para ello. La clave en la frase anterior es "consciente", por las implicaciones aparejadas en el Sistema. Somos animales y, para nuestra fortuna o desgracia, también algo más que aspira a más...
Para los varones incapaces de escapar por la tela de araña que es una mujer capaz de agitarnos por igual las gónadas (y todo su aparataje asociado), el corazón, la mente y el alma... está claro que no tenemos salvación posible aquellos que la encuentren y ella con su más íntimo abrazo cierre la trampa perfecta para el susodicho títere.
Para los que ni fú, ni fá, que igual me dá una chorba que otra con la que follar.... Pues bueno, posiblemente se encuentren entre los más afortunados de los mortales, porque el riesgo de la trampa, bueno. ¿Quién sabe nada en realidad?, ¿Don Juan Tenorio?...
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"Lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal."
- F. Nietzsche -
Me parece que va a ser que que no Sr. Nietzsche.
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