martes, 17 de noviembre de 2020

ID

 

El personaje de la "Historia Interminable", heraldo de la "Nada" y con evidentes similitudes con el "Perro Negro", imagen de la muerte en ciertos folklores, lo saco de paseo debido a que va a servirnos de ejemplo para lo que nos interesa, ya que si bien en la película habla con soltura, en lo que a nos se refiere, resulta ser bastante más rebuscado y moverse en las sombras.

Si bien S. Freud no es santo de de mi devoción, hay que reconocerle que tuvo un gran acierto en la clasificación "ID", "EGO" y "SUPER", así como en las proporciones que ocupan cada uno, que aunque variables de persona a persona, las medidas, suelen ser similares y todos tenemos, por lo general, una que resulta determinante y entorno a la cual gira todo lo demás: supervivencia.

No hay que engañarse, muchas veces la parte racional de nuestro cerebro lo que hace es buscar razones, justificaciones o excusas para lo que nuestras tripas ya han decidido previamente hace tiempo, la gente suele votar más con el estómago que con la "cabeza", algo similar al fútbol, es el instinto primario puro y duro de la "tribu" y las "tripas". El "ID", los impulsos y el instinto, los "monstruos del ID", que citarían en "Forbbiden Planet"...

Todo esto viene a cuento de que estando yo tranquilamente viendo una película en la comodidad, seguridad y confort del hogar, apareció una escena en la que estaban atacando a una actriz por la que siento un especial afecto, sorprendido noté cómo mi cuerpo se ponía en tensión deseando saltar a la pantalla y destrozar al agresor. No es algo que me suceda de forma habitual, fue por la persona en concreto que aparecía en las imágenes.

Algo que, desde luego, me dejó pensativo ya que no solo era consciente de que es una película y por tanto una mentira en la pantalla, más aún, antes había visto cómo se hacía el rodaje de esa escena en concreto y las partes más violentas no las realizaba ella, sino una doble especialista, que efectivamente con cierto riesgo, llegó a sangrar por causa de una pequeña herida en el forcejeo de la acción. Pero cuando sumergido en la historia llegó ese peligro de muerte para una de las protagonistas, el "perro saltó". No sucedió así con las otras actrices de la misma historia ni con otras películas. El "ID" avisó de su presencia por una persona en concreto, saltándose cualquier atisbo de racionalidad en cuanto al suministro de adrenalina a la sangre. Afortunadamente, el "EGO", en esta ocasión, se daba perfecta cuenta de lo que estaba pasando, así que no di el espectáculo digno de un trastornado gritando y lanzándose contra el televisor con el cuchillo el los dentes y los ojos inyectados en sangre. Un perro, a no ser que esté entrenado, no distingue si a su ama le están tratando de hacer daño de verdad o es una pantomima, simplemente sigue su instinto y ataca al que cree agresor.

Pero, otras veces, la incongruencia no es tan manifiestamente evidente y el "ID" se cuela y tiene el visto bueno del "EGO", e incluso en ciertas aberraciones, también cuenta con el refrendo del "SUPER", por ejemplo lo que tenga que ver con la "seguridad alturista" y sus teatros "kabuki" a los que llevamos asistiendo meses y meses...

En fin, la brillante conclusión a la que llegué se resume en que si no queremos ser víctimas del "ID" (individual y colectivo) hay que tratar al subconsciente como a un perro y "entrenarle" en consecuencia, de tal modo que sea nuestra mejor ayuda automática, funcionando siempre, incluso mientras dormimos. En caso contrario, en demasiadas ocasiones en nuestras vidas nos veremos arrastrados a sólo Dios sabe qué profundidades por ese inmenso kraken del que apenas sabemos nada pero cuyos tentáculos conducen a vastas oscuridades, que por lo general, nos negamos a reconocer o explorar y que en realidad no sabemos con qué conectan, más allá de lo que podemos llegar a ver...


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