Es la montaña más alta sobre el nivel del mar, ya que técnicamente, el premio de "la más alta" de la base a la cima, se lo llevaría Mauna Wakea (Montaña del Padre Celestial) en Hawaii con sus 10.200 m. contados desde su comienzo en la plataforma del Pacífico.
Bautizada como Everest en honor al geógrafo y topógrafo británico Sir George Everest, el cual se mostró reluctante sobre ello, ya que no tuvo que ver con el descubrimiento del que resultó ser el pico más alto del mundo.
Localmente se la conoce como "Qomolangma" (Jo Mo Glang Ma) = Diosa Madre del Universo/Nieves, en el idioma del Tíbet.
De nuevo nos encontramos cómo las alturas se relacionan con los dioses y el cielo en un sentido totalmente opuesto a los que los hallan en las oscuridades cavernarias y las simas.
Actualmente sigue siendo un reto para intrépidos con dinero y ánimo de hacer algo de turismo extremo que ya se ha cobrado unas cuantas vidas.
Nosotros, bastante más modestos y económicamente débiles, encontramos que de una forma muy particular, con fiel regularidad, cada año nos toca sortear nuestro propio Everest, pasándolo bastante mal, por cierto:
Todos los años es la misma historia, pero parece que éste la van a contar de un modo diferente.
Hasta ahora, a lo largo de la vida, todos los años hemos subido y bajado de la cima, a veces mejor y otras peor. Este año, particularmente, no tiene por qué ser diferente aunque digan lo contrario, con la gripe se pasa muy mal pero siempre es igual, como reza el dicho: "La gripe dura 7 días con médico y una semana sin él."
Que no cunda el pánico y no dejar de lado los consabidos paliativos tradicionales (guardar cama, aspirina, limón, leche y miel) que no curas, porque curarnos, nos curamos solos con el cuerpo y el ánimo...
No tiene por qué ser "La Última Montaña" que cantaba Antonio Vega, pues tras ella nos encontraremos en el valle, en la Primavera del 2021, si no nos la vuelven a robar, allí estaremos...
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